¿Cuando fue la última vez que alguien aseguró de modo solemne que los problemas del euro se habían terminado? ¿En que momento una autoridad de algún orden precisó rotunda que las tensiones que afectaban a la llamada moneda única habían concluido? No lo se, porque ya no presto atención a ese tipo de declaraciones, siendo consciente, como soy o pretendo ser, que forman parte del ciclo negación/afirmación/negación. Se niega la mayor, se comprueba la falsedad del aserto, se celebra reunión, se vuelve a negar y así sucesivamente. La Unión Monetaria se deteriora a sí misma con semejante proceder. Seguramente es que no cabe otra alternativa, pero es así. Y digo que es difícil un comportamiento distinto porque se parte de lo real: el diseño del euro, la panacea, el gran activo electoral con el que Aznar se presentó en las elecciones del 2000, es un diseño mal concebido y peor ejecutado. Algunos pocos, como he insistido en varias ocasiones, lo teníamos muy claro, pero contradecir la doctrina oficial de esos días era altamente peligroso, como la experiencia ha demostrado.
No solo cuestiones técnicas sino, además, políticas. Ayer mismo, en el programa el Gato al Aguda, Recarte insistió en la idea de que vivimos una crisis del euro. Yo fui algo mas allá y, sin dejar de reconocer que eso es cierto, lo enmarqué en algo superior: vivimos la crisis derivada del fracaso de un modo de concebir la idea de Europa. Pero, en fin, volver ahora sobre eso es cansino, aunque va a resultar imprescindible. Hoy, como ayer, se comenta que la UE diseña una política de emergencia por si Grecia abandona el euro. Lo que realmente importa a la UE no son las consecuencias para Grecia de esa eventual decisión, sino para la propia UE, es decir, para el sistema de poder generado en torno a la idea burocrática de Europa. No se ocupan preferentemente de los griegos, sino de ellos mismos Y es comprensible porque en todas partes cuecen las habas del postulado ¿de lo mío qué?.
La última advertencia viene de Lagarde, la directora del FMI: “Christine Lagarde cree que el euro dispone de menos de tres meses para salvarse”. Para salvarse. La palabra, dejando a un lado posibles excesos de traducción, expresa bien los términos del drama que se vive en torno a esa llamada moneda única. Es inconcebible que en el 2012 estemos en una crisis en la que el euro, vendido como el gran invento financiero/político que iba a terminar con la pobreza, las guerras, las divisiones, y no se cuantas cosas mas en Europa, en el que se han invertido ingentes cantidades de dinero, que ha cambiado gobiernos democráticos en países de vieja solera como Italia, se encuentra situación en una encrucijada -otra más- definida en términos de salvación o muerte.
Algo, aparte del diseño inicial, han tenido que hacer mal, muy mal, pésimamente mal. Y no conviene llamarse a engaño: ellos lo saben. Conscientes del error de base y sus derivadas en el tiempo, protegen al euro para autoprotegerse, a costa de lo que sea. Lo que sucede es que la realidad muestra que es cada día mas difícil. Pero la huida hacia adelante es siempre el sendero a recorrer en estos casos. Por ello la tesis de la cesión de la soberanía fiscal. En estas condiciones, con un modelo tan herido, no me parece lo mas prudente, pero, claro, se entiende que es la única manera que algunos ven de terminar con estos problemas. Otra cosa es si aparecerán otros y mas graves como consecuencia de la citada “solución”. Aparte de que debería saberse que esa cesión de soberanía, hoy por hoy, implica convertirse en una especie de “lander” alemán. No es broma. Lo apunté en mi libro “De aquí se sale” que vio la luz el pasado septiembre. Han transcurrido ocho meses des e es instante y la idea sigue viva, agazapada, cuando no escondida, tras la idea, mal comprendida, de los eurobonos….
Ya se que el mantra de mas Europa es del agrado de muchos. Ellos lo saben. La inducción se basa en vender esos mantras de agradable sabor para la masa, porque son deglutidos sin apenas ser reflexionados. La gente, al menos cierta gente, repite, reproduce, copia y pega en su mente lo que lee, escucha, oye, ve. El proceso es simple: se consigue penetrar por inducción en la mentalidad colectiva. Por eso en Cosas del Camino escribí: “Cuando la democracia descubrió el poder de la inducción se convirtió en Sistema”. Como dice un amigo mío esto es lo que hay. De acuerdo, pero la pregunta sigue viva: ¿se puede cambiar? No fácil porque ellos disponen de ese poder de inducción. Cada día mas limitado, es cierto, pero sigue vivo. Y lo que es mas curioso: ciertos mantras del pasado, a pesar de haber chocado violentamente contra la dura realidad, no se abandonan tan fácilmente. Incluso puedo decir mas: se abandonan verbalmente pero siguen grabados en algún lugar del interior en el que cuesta arrancarlos.
Bien, el próximo domingo Grecia. Admitamos que son muchas las presiones ejercidas sobre los griegos para evitar su salida de la UE. Me parece recordar que, incluso, Obama les advirtió de la conveniencia de seguir en el modelo de la moneda única. Mal llamado, por cierto, porque como ya he señalado en varias ocasiones no tenemos en realidad una moneda única sino un instrumento de pago único, que no es lo mismo. Pero dejemos eso ahora. ¿Cambiará algo después de las elecciones griegas?. No lo creo. Y eso que la prensa advierte de que la UE toma medidas para corregir los posibles desperfectos. Manejan el corralito y la limitación de circulación de capitales y personas. En el fondo son medidas dirigidas a introducir temor en el votante griego. No se que sucederá pero previsiblemente poca cosa. Quizás me equivoque, peso es como lo veo. Es demasiado el almacén de intereses acumulado en torno a la creación de esa UE burocrática y nacida con déficit democrático. Pero es lo que hay. Algunos dicen que la salida de Grecia es mala para España. Yo no se si estoy de acuerdo. Me da la sensación de que sería la mejor solución para los griegos, pero no dudo que causaría turbulencias y que podría afectarnos en el corto plazo. Pero deberíamos pensar primero en los que deciden -ellos, los griegos- y no solo en las consecuencias para nosotros. Pero, insisto, en el fondo, digan lo que digan a pesar de ese supuesto espíritu europeo, sigue funcionando el viejo postulado ¿y de lo mio qué? Y con todo algunos quieren hablar de una identidad de nación europea…En fin.