En este país se aplaude y premia al empleado “obediente” que no quiere decir “capacitado” en detrimento del empleado “que piensa” porque estamos instalados en una sociedad donde lo importante no es el contenido sino el continente. El individualismo es la premisa mayor en la organización económica actual.
Se ha hablado mucho sobre los porqués de la actual crisis económica, analizándola desde una perspectiva macroeconómica y sobre datos concretos, una visión estandarizada que implementa modelos de teorías económicas nacidas ya hace muchos años.
La realidad es mucho más complicada, la economía depende de las personas, de sus relaciones y estas no actúan matemáticamente, más bien todo lo contrario, lo hacen en función de su situación, de su estado de ánimo, de a quien interese tener al lado; concretando, de sus intereses. La economía es una disciplina con un alto componente sociológico, es decir, una doctrina manipulable. En ella las verdades matemáticas se representan como simples posibilidades.
En este camino hemos dejado de analizar varios puntos importantes que nos darían muchas respuestas sobre el porqué de la falta de competitividad en nuestra economía. Todos confluyen en uno mismo: “Nuestro Modelo de Gestión”. Sabemos una empresa es el reflejo de su gerencia. Concretemos estos puntos.
1.)- Dificultad en detectar o prevenir una necesidad de cambio. En todos los ámbitos, público y privado.
Esta es una característica común a nuestro sistema que provoca plantearme la raíz del problema, desde una nueva perspectiva, llegando a la conclusión de la profundidad de nuestro fracaso.
2.)- La necesidad desmedida de valorar el buen trabajo en función de la imagen que proyectamos en los demás, no en el buen resultado del mismo.
Vivimos del marketing. Nos hemos dejado llevar por la idea engañosa de que un buen gestor es igual a la posesión de un título universitario adornado por unos cuantos Masters, esto es importante claro, pero no olvidando las aptitudes individuales y las necesidades reales en la capacidad para una dirección empresarial donde la gestión de situaciones día a día, casualmente, es con personas y sus idiosincrasias, a pesar incluso de los datos económicos.
3.)- La extensión del “Modelo de los Codazos” reflejo del individualismo instalado en nuestra realidad.
Podemos observar, que esta “nuestra realidad empresarial” pasa no por la mejora de todos acoplando el trabajo de uno al éxito del otro, sino más bien, aplicando el codazo oportuno para que el éxito del otro no pueda solapar el ascenso de muchos, y por ende, sus beneficios.
Los hechos hablan por sí solos, siempre que queramos escuchar, claro.
4.)- Esta forma de relacionarnos y dirigir ha ocasionado una eufratización del sistema, una economía intoxicada, una economía basada en la cuenta de resultados, únicamente, y esto se ha logrado a base de enriquecer el sistema artificialmente, generando abundancia de nutrientes ficticios. La avaricia unida a la cultura del codazo y la falsa idea de ser libres de nuestro destino, da como resultado una economía sin oxigeno con abundantes algas y en proceso de muerte
Gestionar, por tanto, es algo mucho más complicado que un montón de conocimientos apilados en el lóbulo prefontral de nuestro cerebro.
Se me plantean por tanto una serie de cuestiones:
¿Se valora la capacidad analítica de un Gestor? ¿Y la experiencia como valor añadido al conocimiento teórico? El pensamiento creativo ¿Qué lugar ocupa en una selección de personal? ¿Son estos requisitos exigidos en personas que ejercen puestos de Mando? Sinceramente, creo, que cada vez menos, a las pruebas me remito. Cada vez somos menos competitivos.
La situación actual evidencia que no sabemos valorar los problemas más pequeños y simples y que hemos perdido la capacidad de análisis. Hoy día vamos tan acelerados, tan obsesionados con los resultados, que somos incapaces de pararnos a meditar las consecuencias de todo este desenfreno. Implantamos procedimientos, normas de calidad, sistemas de gestión estandarizados, creyendo que con esto el éxito está garantizado y abandonamos lo más importante, esa buena costumbre de pararse a pensar, a analizar en profundidad, valorando los éxitos a alcanzar bajo una dimensión más profunda que la puramente matemática y estadística. Necesitamos ralentizar el tiempo y la toma de decisiones.
El análisis que tenemos que hacer, como podemos comprobar, es mucho más profundo, centrando el problema en el epicentro real, el comportamiento humano. Si no empezamos desde la base, será imposible construir algo consistente. Esta es mi conclusión, la confusión en nuestros criterios de valoración. Nuestro mayor activo está en la experiencia, en la independencia de criterio, en la capacidad de aportar algo nuevo, en definitiva, en la posibilidad de crear.
Por tanto dejemos de limitarnos mal imitando, creamos, y hagamos del éxito de uno el bien de todos.
Elena Enriquez Alcina
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