viernes, 11 de mayo de 2012

La necesidad de España. Por Alejo Vidal-Quadras



Intervención del Vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal-Quadras, en la Mesa Redonda organizada por la Fundación Valores y Sociedad.


Sean mis primeras palabras para agradecer la invitación de la Fundación Valores y Sociedad a participar en esta Mesa sobre un tema tan oportuno y sugerente y en tan buena compañía.
El panorama patrio que contemplamos hoy los españoles es profundamente desalentador. Vivimos el peor momento de nuestra empresa colectiva desde la Transición, aquel pálpito milagroso de esperanza y de energía transformadora que hemos mitificado para no reconocer sus abundantes fragilidades y defectos, causa remota de nuestras dificultades presentes.
Cuando todavía oímos decir desde los niveles más altos del Gobierno que el Estado de las Autonomías ha sido un éxito y que no está en cuestión, advertimos la magnitud de nuestro auténtico problema, que no es de ineficiencia en la gestión, sino de inadecuación de la estructura y de resistencia al cambio de marco conceptual.

Tras más de tres décadas de desarrollo del sistema diseñado para posibilitar el tránsito del autoritarismo a la libertad, el balance resulta todo menos alentador. La Constitución no es respetada ni siquiera por su supremo intérprete y guardián, la división de poderes ha sido crecientemente dañada, la Administración es compleja, fragmentada, hipertrofiada y carísima, nuestra democracia se ha ido degradando hasta devenir una partidocracia clientelista y las mayorías relativas entregan sistemáticamente la gobernabilidad de la Nación a aquellos cuyo propósito explícito es liquidarla y las mayorías absolutas buscan incomprensiblemente en ese mismo apoyo la legitimación de sus justificadas decisiones.

Agobiados por la prima de riesgo, debilitados por una tasa de natalidad desfalleciente, con un índice combinado de déficit y paro de los más elevados del mundo, abochornados por la indignidad de que los terroristas controlen instituciones clave del País Vasco, soportando el oprobio de una justicia politizada hasta el punto de que los periódicos publican diagramas de los órganos constitucionales con la etiqueta de partido junto a cada uno de sus integrantes, indignados ante la proliferación de la corrupción y atónitos ante el hecho de que la lengua oficial del Estado haya sido expulsada de las aulas en las Comunidades de hegemonía nacionalista, es ya imposible ignorar que nos hallamos en un final de ciclo, que el edificio normativo que levantamos en 1978 se cuartea, que nuestro modelo productivo se asfixia y que España requiere no sólo reformas y mejoras funcionales, sino una regeneración de fondo y a fondo.

Cada día que el Gobierno deja pasar sin exponer a la ciudadanía esta verdad amarga pero insoslayable para llamarla a continuación a una reacción decidida, arriesgada y ambiciosa que nos vuelva a poner en forma como sociedad, como economía y como entramado institucional, es un día perdido.

El Gobierno ha de asumir que, tal como dijo Azaña en las Cortes en octubre de 1931, España es un enfermo a la espera de una operación para la que disponemos de muy poca anestesia y por ello, y eso lo digo yo, el bisturí ha de ser preciso, afilado y rápido. Los males que padecemos no se curan con un cambio de dieta o con farmacopea, hay que entrar sin miedo ni vacilaciones en el quirófano. Mientras el Gobierno, que por supuesto pone en su tarea su mejor voluntad, no acepte este desafío y actúe con la velocidad, la determinación y el alcance requeridos por la gravedad de la crisis que atravesamos, corremos el serio peligro de convertir en irreversible la afirmación de Baroja de que España no es foco sino periferia.

Y el Gobierno ha de ser fiel a sí mismo y a la mayoría que ha puesto en sus manos las palancas que mueven el Estado. Es falso que no podamos pagar los servicios públicos básicos, lo que no nos podemos permitir es el tinglado voraz montado para gestionarlos. Los partidos han colonizado la sociedad civil hasta dejarla exhausta y deben contraerse para que la Nación se expanda.

Ortega reclamaba un Estado que se asemejase a una elástica y fina piel sobre el cuerpo de la Nación. En la España alumbrada por la Transición esta piel se ha ido espesando, endureciendo y ensanchando hasta transformarse en un duro caparazón que nos ahoga. Nuestro objetivo más urgente es desprendernos de él para liberar nuestros miembros entumecidos y tonificar nuestros músculos atrofiados. La solución, como siempre, la da la libertad.

Y la libertad ha de ser explicada de manera convincente y sincera.

Tan importante como llevar a cabo las reformas y tomar las medidas que la crisis exige, es elaborar un relato consistente y motivador para que los españoles acepten los sacrificios y las renuncias indispensables para volver a la senda de la prosperidad y de la fortaleza moral. Cuando la ciudadanía contempla como sus antiguas certidumbres se desvanecen, sus expectativas se estrechan y su futuro se ensombrece, sus ojos y sus oídos se vuelven hacia sus dirigentes en busca de una interpretación creíble de los acontecimientos y de una guía segura hacia tiempos mejores.

Del próximo Debate sobre el estado de la Nación ha de emerger, estimulante y atrayente, una agenda completa que ponga de nuevo en valor aquellos de nuestros activos que se encuentran debilitados o aletargados y que reconstruya los que han sido destruidos. En líneas generales, hemos de regenerar nuestro sistema democrático para que gane en representatividad y en participación; reformar la Constitución estabilizando la estructura territorial, garantizando la unidad de la Nación y salvando la salud financiera del Estado; asegurar y reforzar la separación de poderes velando especialmente por la independencia de la justicia y de los órganos reguladores; articular un nuevo modelo productivo y de crecimiento económico mediante las indispensables actuaciones en los ámbitos laboral, fiscal, financiero, energético y de I+D+i; invertir masiva y prioritariamente en la mejora de nuestro capital humano revisando de arriba abajo nuestro sistema educativo; no olvidar que nuestros ejércitos tienen como misión la defensa de la unidad e integridad de España y de sus intereses vitales; potenciar al máximo nuestro patrimonio cultural y nuestra lengua común y, como eje conductor de este resuelto empeño rectificador, implantar en la sociedad el conjunto de valores fuertes y de principios éticos que la vertebren y le devuelvan la fe en sus posibilidades de progreso material y moral.
No son tiempos para la administración tranquila del statu quo y el reformismo pausado porque en el tablero se despliegan demasiadas piezas que examinadas de una en una ya representan un motivo de seria preocupación, pero que todas juntas dibujan un paisaje más que inquietante. La conclusión es clara: o los dos grandes partidos abandonan su enfrentamiento maniqueo para poner España a punto con una transformación radical del sistema o nos espera en un plazo que estimo de entre uno y tres años una convulsión política y social de consecuencias imprevisibles.

Jaime Mayor, siempre inasequible al desaliento, nos ha convocado esta noche para reflexionar sobre la necesidad de España, nuestra gran Nación. La idea de Nación es poliédrica, pero no tiene nada de ambigua o confusa. La Nación puede ser vista como una identidad ¿Qué somos?, o como un proyecto ¿Qué podemos hacer juntos y adónde queremos ir?, o como un contrato ¿Qué marco normativo fijaremos para ordenar nuestra convivencia? o, y este aspecto es el esencial, como un sustrato moral que nos oriente en los tortuosos vericuetos de la eterna duda: ¿Qué está bien y qué está mal, cuáles son los valores que debemos defender, los derechos que hemos de garantizar, las obligaciones que hemos de cumplir y cuáles las reglas éticas a las que ajustar nuestra conducta como ciudadanos?

Pues bien, para dar cumplida y satisfactoria solución a esta compleja ecuación necesitamos a España, la noble proa de Europa que cantara Camoens, necesitamos que sea vigorosa, que esté unida, que crea en sí misma, que nos provea de un espacio seguro de derechos y libertades, que nos transmita una exigencia de deberes, que nos albergue como una cálida matriz espiritual y nos señale el porvenir como un vibrante vector histórico. Hemos de elevarnos a la altura de España y no rebajar España a la nuestra.
Y aunque no tengo la voz de rapsoda de Fernando García de Gortázar, me permitiréis que termine recordando los versos finales del sobrecogedor poema de Borges titulado precisamente así, “España”:

España del inútil coraje
Podemos profesar otros amores
Podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado
porque inseparablemente estás en nosotros
en los íntimos hábitos de la sangre
España
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones
incesante y fatal.

“Incesante y fatal”, qué línea de cierre tan hermosa y tan terrible. Incesante y fatal, sin duda, pero también, y ahora más que nunca, necesaria.

2 comentarios:

  1. "Los partidos han colonizado la sociedad civil"
    Esta, -SÍ- que es una realista conclusión, de la vida en España, hoy en día.
    Teniendo en cuenta la trayectoria de comportamientos en líneas generales, demostrada por los partidos políticos, me parece, que no sean ellos, quienes hagan mucho, -lo suficiente- para poder decir que -se contraen- de forma importante...

    Por otra parte, aunque relacionado con lo mismo, habría que ver con detenimiento, cuales son los sacrificios, y más concretamente -QUIENES-, los españoles que deberían de aceptar tales sacrificios, para que España vuelva a arrancar rumbo a la prosperidad.

    Estimado Sr. Vidal, más que el hecho de que los españoles -actualmente- se dirigen a sus dirigentes en busca de una interpretación creible de los acontencimientos...
    Yo creo, que -ésto- que usted dice que hacemos, no és exactamente lo que hacemos -ya-.
    Más bien, lo que hacemos muchos, muchísimos...
    respecto a las actuaciones de nuestros dirigentes, -solo- es mirar avergonzados, y muchos, ya, despavorizados también, por lo que estos dirigentes, tanto desde el gobierno, como desde la oposición -y demás oposiciones políticas- hacen por España y los españoles.

    Una guía SEGURA, hacia tiempos mejores...
    creo que ésto, precisamente entre los actuales dirigentes, es lo que los españoles, ya no buscan ni esperan de ellos -más-.
    Pero, como dirigentes están obligados a hacerlo mucho mejor...
    Como españoles, estos señores y señoras, están invitados, a que den un gran giro en su actitud. Giro, dirección a las sugerencias o planes que usted en su artículo expone.
    La irresponsabilidad por parte de los políticos, de que al final, fuese la sociedad civil quien deba de prescindir totalmente de ellos/as, para que sea el pueblo mismo, quien gire la situación de España...
    Mi lógica me lleva a entender, que:
    EL GOBIERNO DIRIGE A ESPAÑA, CON MIEDO A UNOS, Y CON POCA CONSIDERACIÓN, A OTROS.

    Actuar radicalmente desde la sociedad, entre tantos, los giros podrían ir en diferentes sentidos. Y giros opuestos, hasta el desgarramiento...
    Desde la sociedad, debemos de comenzar y prepararnos, para CONSEGUIR Y EVITAR simultáneamente.
    Saludos cordiales, deSananda.

    ResponderEliminar
  2. Este Alejo es la salsa de todos los guisos...
    Y otra cosa, por qué Florentino Pérez apoya esta Fundacion aportando presuntamente como ACS treinta mil euros para su constitución? Eso me cuentan

    ResponderEliminar