domingo, 29 de abril de 2012

El arquitecto de los sueños.


Hoy nos ha traido María Blanco (Economista por casualidad, sin escuela porque el mundo me ha hecho así. Iconoclasta sin remisión. No podría vivir sin música, sol y sonrisas) un interesante artículo a http://www.loff.it/, sobre Isaac Newton, y como no es todo política y actualidad, os dejamos con su plácida lectura en un domingo de puente.




Isaac Newton (1642-1727), padre de la ciencia moderna, fundador “de facto” de la masonería (dicen los que saben de esto), era un bebé más pequeño de lo normal. Único hijo póstumo de un joven matrimonio, fue educado por su abuela materna cuando la madre se casó con el reverendo Smith. Él tenía nada más que tres años. Como era de esperar nunca tuvo buena relación con su padrastro. Con esos comienzos, quién podría reprochárselo. No fue una lumbrera en la escuela. Y de hecho, cuando su madre enviudó por segunda vez, le obligó a abandonar los estudios a los 11 años para hacer de él un granjero. Afortunadamente para la ciencia, alguien con cabeza y visión convenció a la viuda de Smith para llevar a Isaac Newton a la escuela de nuevo. Y él, aprovechó esa oportunidad.
Los logros de Newton como científico son innumerables y muy conocidos. Pero no todo el mundo sabe que se dedicó durante años a dibujar el templo de Salomón, tal y como lo describió el profeta José, quien lo vio en uno de sus sueños místicos.
Con un padre muerto “en el cielo” y un mal padrastro en la Tierra, el niño creó en sus adentros la necesidad de buscar esa figura paternal, y de mayor se dedicó muchísimo tiempo al estudio religioso.
Pero la difícil y traumática infancia no pasaron como si nada por la mente sino que dejaron su huella en la personalidad del científico. Obsesivo hasta la exageración, se peleó con varios colegas por la paternidad de determinados hallazgos. Se le ha tachado de paranoico, de bipolar, de depresivo y de esquizofrénico.
No fue un científico al uso tal y como podemos entenderlo en el siglo XXI. Dedicó tanto o más tiempo a la ciencia convencional como a la lectura y la investigación de temas pseudo-científicos como la alquimia y las ciencias ocultas.
Siempre que pienso en él me pregunto si habría sido un tipo tan brillante y con una mente tan penetrante si no hubiera tenido ese gramito (o más) de locura.

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